Seguidores

sábado, 31 de agosto de 2013

Pasaban las noches.



Pasaban las noches sin descanso
cuando solo el calor me hizo
esclavo de vuestros hechizos
absorto del resto de ocasos.


Imaginaste mil versos perfectos
sin prepararte de mi decadencia,
desde tus ojos, donde solo la demencia
era una excusa para escribir menos.


Coleccionaste cada una de mis cabezadas
delante del blanco papel a la espera
de  una presa  en forma de letras
con la que calmar tus mañana.


Y cuanto más escribía, más querías.
Solo la distancia culmino la definitiva
estocada, condenando esta anima
de poeta, prendiendo hogueras con rimas.



Ahora, sola, la soledad contempla

cómo, rodeado de oscuridad,
entre tanta fugacidad
las ideas vuelven a esta blanca estepa.